miércoles, 15 de febrero de 2017

Pestes que hienden.

por lo general,
vemos, valga la redundancia,
con ojos de muchas temperaturas, de variables propias:
templados acobijantes,
calidos justificadores, frios abnegados...
se sabe, lo interminablemente clasificable.
pero que tal si nos guiaramos con la nariz?

infravalorado y desarrollado en excepcion
el olfato, a mi parecer,
categoriza, puntualmente,
todo.

pensar los olores, conceptualizarlos
suena complicado, realmente
es solo una cuestion de habito

tanto personas como gentes huelen,
dejan detras de si una suerte de vanidad inconsciente

cual animal estamos, ahora
hechados sobre nuestras patas,
buscando? mas bien, (defendiendo) definiendo.

presentes sin fuerza,
dulzor exacerbado,
aqui tambien las clasificaciones solo las forma el individuo
pero el mal olor... se puede percibir de inmediato,
como la reivindicacion de lo pasado o lo autoctono, de rancio cultivo... tardio, definitivamente.
denota la falta de valor que hay en un tiempo presente:
un diagnostico basado en fiebres del resentimiento contra lo que no esta
y falta de originalidad (o creatividad) de quienes claman al unisono.

asi es como todo lo que sale de una boca termina por oler.
las pestes que nos hienden habran sido las culpables de que tengamos dos orificios nasales?

a diferencia de los ojos
no hay una fosa habil.
estan diferenciadas, como la lengua
para singularizar captaciones varias que hienden.
no por nada, tambien saboreamos por respirar.


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