lunes, 21 de noviembre de 2016

Jugo agriado.

Habia una vez una perra muy peluda,
Mandi. Le decian tambien "culito".
Cada mañana amanecia despierta,
con los mimos de Juana, su hija contraria.
No como Viqui, ella se enoja con el pollo
lo hace chillar cual metal en el yunque.

A veces duerme, mirando al cielo...
¿nunca deja de moverse las nubes? what about the ducks?

Mente de niña, cuerpo de adulta,
ella entiende lo que es el amor, tambien el erotismo.

Pero cada vez que ve a alguien, nosotros los extranjeros 
nos adentramos en su patria, relinchan sus ojos en silencio.
Somos bienvenidos a jugar, a ser celosos, a adorar
y a medir la tension entre Viqui y ella.

Cruzamos por fin el umbral, ellas nos despiden.
En el fondo, se apiadan. Saben por haber percibido el olor de ahi dentro.
Nuestro pais hiende como jugo agriado,
nos gustan las mascaras,
somos los seres menos entrañables de la casa.

Tenemos otros habitos, tampodo podemos sentirnos mal por ello
hacemos ruido a destiempo y dormimos mal siempre.
Sin embargo, con ellas compartimos mucho: curioseamos con ojos abiertos
somos rancios hasta el sarcasmo, nos gusta la dedicacion y el admirarnos.
Los sonidos nos despistan la atencion, miramos en la misma gama de colores.
Las delicias que saboreamos cuando nos tocan el pelo, 
el frenesi de egoismo cuando nos gusta algo.

¿que? ¿vivir como un animal? no, jamas.
Pero sus ritmos complementan a los mios
y su patio con sus juguetes sin romper, su patita flagelada
el chillido fragmentario de Juana, los motores de Viqui
y las baldosas grises...

Aquel lugar, fascinante
es el ultimo espacio con vida en esta casa.